Argumento

cada vez más consciente de que el peligro acecha, pero no consigue evitar una nueva muerte. El cuerpo aparece ahora en un aula, pero hay una diferencia: se trata de una chica que acudía a las lecciones vestida de muchacho. Este hecho deriva las pesquisas de Fernando hacia Aldonza de Monroy, nieta de María la Brava, llamada así por su fiereza en la lucha de bandos (Santo Tomé y San Martín) que en tiempos no muy lejanos había asolado Salamanca, «una época muy oscura en la que los crímenes de sangre se resolvían siempre con una venganza o una ordalía». Fernando aún no sabe que en ese truculento pasado se encuentra la clave para atrapar al criminal.

Pero cuanto más cerca está de la verdad, más peligrosa se hace su tarea y más en riesgo se encuentra su vida. Aún tendrá que enfrentarse a dos macabros descubrimientos más: un nuevo cadáver hallado en el torno de un convento con la nariz cercenada, y el cuerpo sin vida de fray Jerónimo, a quien Fernando había interrogado esa misma mañana, con la lengua arrancada.

Fernando se encuentra desolado por la culpabilidad, la impotencia y el miedo a que el asesino pueda dañar a alguno de sus seres queridos. Sin embargo, el apoyo incondicional de su amigo fray Antonio y de su nuevo protegido, Lázaro, le llevarán a descubrir, no sin espanto, que el asesino había estado desde el principio a su lado.  

Con El manuscrito de nieve Luis García Jambrina da continuidad a las aventuras de Fernando de Rojas, autor de La Celestina, combinando con maestría los mejores elementos de la novela histórica y las tramas detectivescas: intriga, ironía, acción, rigor documental y talento literario.

El protagonista es un personaje cargado de honestidad y coraje, por el que el lector  siente una profunda empatía desde la primera página. Conocer y vivir la Salamanca del siglo xv a través de sus ojos es una de las experiencias más entretenidas y evocadoras que puede ofrecer el panorama literario actual.

Fuente: Alfaguara

(Salamanca, febrero de 149). Cuando caía la noche, Salamanca se transformaba en una ciudad muy distinta. No es que sus calles se despoblaran, como ocurría en otros lugares, para dar paso al silencio y a la oscuridad. Se trataba más bien de un cambio de caras, usos y costumbres. Poco a poco, aquellos ciudadanos que las ocupaban durante el día iban siendo sustituidos por otros más habituados a moverse entre las sombras. (p. 11)

Así comienza El manuscrito de nieve, presentando una ciudad que bulle de actividad donde los estudiantes conversan en las tabernas frente a una jarra de vino, los clérigos hacen los preparativos para la llegada inminente de la Pascua y los jovenzuelos, al caer la noche, callejean maquinando una nueva travesura, mientras se cruzan en cada esquina con tahúres, prostitutas y rufianes.

Una noche, al esconderse en una tinaja para huir de los alguaciles del Concejo, un muchacho llamado Lázaro de Tormes descubre el cadáver de un estudiante al que han cortado las manos. Tras haber resuelto el asesinato del catedrático de Prima de Teología fray Tomás de Santo Domingo, del príncipe don Juan y de una prostituta llamada Alicia (hechos relatados en El manuscrito de piedra) la fama como investigador de Fernando de Rojas, estudiante de Leyes, es más que notable, así que el maestrescuela del Estudio General le ha nombrado pesquisidor y debe encargarse de este nuevo caso.

En sus primeras indagaciones Fernando descubre que el cadáver pertenecía a un tahúr, un jugador de naipes profesional con fama de fullero, conocido en los garitos y las casas de tablaje de peor reputación de Salamanca. También deducirá que la causa de la muerte ha sido el envenenamiento, puesto que tiene la lengua hinchada y amoratada.

No tardará Fernando en descubrir que no se trata de un ajuste de cuentas por deudas en el juego ni de un asesinato aislado: un nuevo cadáver aparece sobre una mula, esta vez le han sacado los ojos y presenta idénticos síntomas de envenenamiento. Desde ese momento los acontecimientos se suceden con rapidez y Fernando es

 
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