Declaraciones del autor sobre
Salamanca como escenario de la novela

sobre todo, de hacerlo visible para el lector. A lo largo de la novela, podemos ir descubriendo la peculiar fisonomía de la ciudad, su asentamiento sobre tres tesos o colinas, separadas por dos arroyos que la atraviesan de norte a sur. También podemos pasear por sus laberínticas calles, con frecuencia embarradas y sucias, a pesar de los ordenanzas promulgadas por el príncipe don Juan, por entonces Señor de la ciudad y heredero de los Reyes Católicos. De hecho, estamos ante una ciudad que todavía es medieval en algunos aspectos, pero que ya empieza a transformarse y a convertirse en la ciudad renacentista que será muy poco después; en ella se habla del reciente empedrado de algunas calles, de la importancia de la plaza de San Martín, como centro neurálgico de la ciudad, de la inminente construcción de la nueva catedral y de las obras de lo que será la Casa de las Conchas.

Por supuesto, uno de los escenarios fundamentales de la novela es la Universidad: las animadas aulas de las Escuelas Mayores, el Hospital del Estudio, el pupilaje y el Colegio Mayor de San Bartolomé, en el que se formaba la élite de ese momento y donde está alojado Fernando de Rojas, estudiante de Leyes de origen converso, al que he convertido, con mucho respeto y admiración, en una especie de detective que deberá investigar varios crímenes. En su recorrido, tendrá que visitar también la catedral, el palacio del obispo, la cárcel de la Inquisición, la iglesia de San Cebrián, el convento de los dominicos y el de sus rivales los franciscanos, en el lado opuesto de la ciudad. Pero también algunos mesones y tabernas, una tienda de libros prohibidos y otros oscuros antros.

Asimismo, está muy presente el río, que en aquel año de 1497 amenaza con desbordarse a causa de las lluvias, y, junto a él, el arrabal del puente, con sus bajos fondos, sus tenerías, cerca de las cuales vivía la Celestina, y, sobre todo, la Casa de la Mancebía, mandada construir por el príncipe don Juan, para sacar a las putas del centro de la ciudad y concentrarlas en un burdel controlado por el Concejo. Por último, Rojas arribará a los lugares de la heterodoxia y de la exclusión, aquellos donde se enseñaban o practicaban saberes distintos a los oficiales y donde se refugiaban los perseguidos por la inquisición y la justicia, lugares que aquí se sitúan en la Salamanca oculta y subterránea.”

“Una ciudad no es tan sólo un lugar geográfico, un territorio urbano. Es también un espacio literario, un ámbito simbólico en el que se funden el mito, la invención y la realidad. No en vano las ciudades las construyen también los novelistas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro tras libro y siglo tras siglo, en el imaginario colectivo de la gente. De hecho, podríamos decir que, si los hombres no escribieran, no existirían las ciudades. (...)

Como escritor, me interesan mucho los espacios que ya están muy connotados literariamente, aquellos que, junto a su topografía digamos real, nos ofrecen una topografía imaginaria, superpuesta o incrustada en la anterior; en este caso, la famosa Cueva de Salamanca, el llamado Cielo de Salamanca, la Peña Celestina, el Huerto de Calisto y Melibea, la puente y el toro del Lazarillo, la Flecha o huerto de fray Luis, la calle del Ataúd del estudiante de Salamanca, los lugares del alma de don Miguel de Unamuno o, más recientemente, de Carmen Martín Gaite, que la vio "entre visillos", y de Luciano G. Egido, que ha viajado por ella en el tiempo. Por otra parte, es evidente que, en el subsuelo de Salamanca, hay otra ciudad sumergida, una especie de subconsciente urbano, podríamos decir, al que han ido a parar todos los sueños frustrados, deseos oscuros e instintos reprimidos de la ciudad: la Salamanca que se perdió o se olvidó y la que no pudo ser, pero que no ha dejado nunca de pugnar por salir a la superficie.

Por todo eso y por su proximidad, al final me he inclinado por Salamanca como espacio preferente para mis cuentos y, sobre todo, para mi primera novela. En mis narraciones, Salamanca es un espacio referencial y al mismo tiempo simbólico. Un espacio entre la realidad y la ficción o la imaginación. Una ciudad que esconde, dentro de sí, otras ciudades invisibles. Un lugar directamente conectado con el más allá o el inframundo. Un espejismo de piedra, en definitiva. (...)

Pero es en mi novela El manuscrito de piedra, publicada por Alfaguara en noviembre de 2008, donde Salamanca -la Salamanca histórica y legendaria de finales del siglo XV- adquiere un gran protagonismo. No es sólo el escenario en el que se desarrolla la intrincada trama de la novela, que tiene a Fernando de Rojas como principal protagonista, sino que también es un lugar mítico y simbólico. De ahí que me haya preocupado de construirlo con un cierto detalle y,

 
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