La novela y cine negros
P. Se considera seguidor de la novela negra, ¿por eso le ha otorgado a Fernando de Rojas la licencia de convertirlo en investigador para poder moverse a sus anchas por todos los recovecos de Salamanca?
R. Soy un gran lector de novela negra y, por extensión, de novela policíaca en general. Me introdujo en el género una compañera de piso (creo que era de Asturias, precisamente), cuando yo era estudiante universitario, a los 19 años. Una tarde me vio tumbado en la cama con el Ulises, de Joyce, y me dijo: “¿Qué haces (...)? Vente conmigo a ver una película de cine negro”. Y yo, claro, no supe resistirme. Se trataba de El sueño eterno. Luego supe que estaba basada en una novela de Raymond Chandler. Y ahí empezó mi idilio con la novela negra. Desde entonces le he sido fiel; al género, me refiero, pues a la muchacha no he vuelto a verla. En cuanto al protagonista, Fernando de Rojas, hay que decir que yo lo convierto, desde la admiración en una especie de detective que por obligación tiene que investigar una serie de crímenes. (...)
Fragmento de la entrevista de Luis García Fernández a Luis García Jambrina para Literaturas.com, septiembre de 2009
Salamanca
P. ¿Por qué sitúas tu novela El manuscrito de piedra en la Salamanca de finales del siglo XV?
R. El momento y la ciudad me vinieron, de alguna forma, impuestos por el personaje central, pues para mí son inseparables de él. Por otra parte, yo ya había situado algunos cuentos en Salamanca, un lugar que me es muy cercano y, al mismo tiempo, se me presenta muy ficcionalizado y connotado literariamente. De alguna manera, la ciudad es la verdadera protagonista del libro. No es un mero escenario de la novela, sino un lugar donde los personajes viven y se afanan cada día. Por eso, he querido hacerla bien visible para el lector; mostrar sus calles, su peculiar fisonomía y sus diferentes lugares: desde la Universidad, la catedral y los conventos hasta los mesones, las tabernas y la mancebía, sin olvidarme de la Salamanca oculta y legendaria. En un momento, además, de gran agitación y cambio, es el paso de la Edad Media al Renacimiento.
Fragmento de la entrevista de Antonio Rodríguez a Luis García Jambrina para Cuadernos del Sur (Córdoba)
La novela histórica
Es verdad que El manuscrito de piedra tiene algo de novela histórica, si bien participa de otros géneros y a la vez los trasciende, gracias a su alcance simbólico. En este sentido, debería señalar que yo he llegado a la novela histórica sin pretenderlo, de forma casi natural. Después de haber escrito varios cuentos sobre algunos enigmas de la Historia de la Literatura Española, como la autoría del Lazarillo, la del Quijote o la muerte de Unamuno, me surgió de repente una historia que exigía mucho más desarrollo y complejidad, en torno a la figura de Fernando de Rojas, del que no sabemos casi nada, en la Salamanca de finales del siglo XV, de la que ofrezco una visión bastante nítida. (...)
Para mí, la novela histórica es aquella que nos permite viajar al pasado, vivir en otra época, descubrir la verdad de algunos grandes personajes, intentar resolver enigmas históricos y, de paso, conocer mejor nuestro presente. La ambición, la innovación y la calidad dependen luego de cada autor. Naturalmente, dentro de la novela histórica, hay de todo; y, al igual que en el mundo de las antigüedades, en ella son muy frecuentes los fraudes y las falsificaciones. Pero también hay muchas novelas experimentales o vanguardistas mal escritas y llenas de defectos formales y estructurales, y, por supuesto, mucho engaño o camelo; últimamente, por ejemplo, se nos están vendiendo como innovaciones cosas que ya se habían inventado hace justo un siglo. Las etiquetas, en principio, no presuponen nada. En esto, como en todo, habría que hablar de novelas buenas y de novelas malas, al margen de las etiquetas.
Aunque la mayoría usan fórmulas manidas y repetitivas, dentro de la novela histórica, existe una gran variedad de formas, tonos y estilos, y no es difícil encontrar algunas obras maestras, como Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar; Los idus de marzo, de Thornton Wilder; El nombre de la rosa, de Umberto Eco; El hereje, de Miguel Delibes, o Arthur & George, de Julian Barnes, por citar sólo algunos ejemplos. Es cierto que, cuando se habla de experimentación e innovación en la novela, se suele hacer hincapié en la experimentación formal, pero yo creo que también se experimenta e innova mezclando géneros o tratando algunos temas y asuntos de manera distinta, como ocurre con frecuencia en la novela histórica.
Por último, es evidente que la novela histórica puede desempeñar un gran papel en la difusión de la lengua, la historia y la cultura de un país fuera de sus fronteras, pues, por un lado, puede atraer a muchos lectores y, por otro, tiene la capacidad de instruir deleitando.